Las Buenas Madres tienen en su cartera,
más o menos, un lápiz labial, la billetera, las llaves y su celular. Por lo
general, cambian de cartera según la ropa que visten (¡les combinan hasta los
calzones!). Y salen perfectas de su casa (las envidio). Aunque no lo crean, de
joven, alguna vez también fui así (lo de la mínima cartera, del resto ni
hablar). Me bastaba un banano minúsculo amarrado a la cintura para tener
conmigo todo lo que necesitaba. Y es que claro, sólo andaba conmigo.
Ahora mi cartera es casi tan grande
como yo. Y es que así somos las Malas Madres: cargamos con todo lo necesario
para una expedición al África. Sí, es cierto: la mitad de los mortales
–partiendo por mi marido- se ríen de mí. Pero la mitad restante –la única que
me importa- me adora: mis hijos y sus amigos no pueden creer que tenga a la
mano una mini cuchilla para separar legos, varados en medio de la revisión
técnica del auto y los salve de tres horas de aburrimiento, que tenga parches
curita para una dolorosa ampolla que amenaza con tirar por la borda la mejor
caminata, que saque -riéndome y como si nada-, bolsitas de sal y kétchup para
el sandwinch del picnic (a quien interese, los robo de los locales de comida
rápida), que sólo mediando un “nada por aquí, nada por allá”, aparezca una
tijerita para sacar la molesta etiqueta de una polera que irrita el cuello e
impide jugar, y pueda comprar en la calle una preciosas manzanas y no tener que
esperar a lavarlas para comerlas, porque puedo pelarlas, y así, al infinito.
Mis hijos me han dado el honorífico apodo de Super Mami. No sé sus hijos, pero
los míos tienen unos ojos severos y exigentes y no andan regalando piropos así
como así. Si usted quiere alcanzar tan noble puesto, en su cartera no puede
faltar:
Paracetamol masticable (quizás dirá que
exagero, pero si a su hijo menor le duele la cabeza en mitad del partido de
voleibol de su hija y usted está sentada en una gradería entre 325 personas
¿qué me dice?).
Varios paquetes de pañuelitos
desechables (sí, ya sé que es en invierno cuando aumentan los resfríos, pero le
recuerdo que en el 98% de los baños públicos no hay papel higiénico. Si usted
es la madre de una chiquita de 3 años que en una estación de servicio en Los
Vilos grita a todo pulmón “¡Mamá, quiero caca!”, me entenderá).
Un puñado de monedas de $100 (no le
explico lo que es estar visitando a un familiar grave en una clínica a las 11
de la noche y que a sus hijos les de sed y no puedan sacar una bebida de una
máquina dispensadora).
Tantos lápices Bic, como hijos tenga.
De más está decir que a lo largo de su carrera de madre necesitará escribir
cientos de veces. Por lo común ocurre que en una luz roja usted se va a acordar
que no ha pagado las contribuciones de la nana, que tiene que comprar papel de
volantín para el plumero de su hijo, que se acabó el pan para las colaciones,
que tiene que pasar a retirar el traje a la tintorería para poder disfrazarse
en dos horas más de una profesional decente, que mañana a las 7 tiene reunión
de su hijo menor, y que antes tiene que dejar a su hija en casa de una amiga
para preparar una disertación. Claro, me dirá que para eso le sirve un lápiz
cualquiera. La gracia del Bic (las Malas Madres adoramos la multifuncionalidad)
es que le puede salvar la tarde en una consulta atestada de gente y niños
desesperados: créame que sus hijos jamás olvidarán el momento en que usted le
enseñó a hacer cerbatanas con papelitos chupados y hechos bolita.
Debe tener también, una cuchilla
multiuso de esas suizas que posea –como mínimo- tijera. Además de sacar
etiquetas molestas como les contaba, tengo el honor de haber marcado la
diferencia en una situación límite: Estadio Nacional lleno, cientos de niños haciendo
calentamiento, un gigante al lado de mi hijo con cara de “te voy a hacer
pedazos, enano”, primera vuelta de marcha blanca de mi niño con el buzo nuevo
que le había comprado para la ocasión, pero que al trotar se resbala y se le
engancha en los talones. Mala Madre siendo testigo hasta el más mínimo detalle
de esto porque anda con binoculares (esto no es esencial en la cartera, pero yo
los tengo….no sabe la de pajaritos lindos que he visto), Mala Madre con el
corazón apretado viendo que los esfuerzos y entrenamiento de meses pueden irse
al tacho de la basura por unos malditos pantalones, Mala Madre mira su reloj y
ve que cuenta con cinco minutos antes de que comience la carrera, Mala Madre
salta de su asiento, agarra por los palos a toda velocidad, baja de dos en dos
las escaleras (no se extrañe, hay madres que han levantado un auto por salvar
un hijo), Mala Madre llama a su hijo con un grito que se escucha hasta Maratón
con Grecia, pollito volando de un ala gracias a la agilidad de esta gallina
(gallina vieja, da buen caldo, je, je), rincón alejado de las miradas, donde
solo nos acompaña una eterna gotera en un pasillo tenebroso y un par de
cucarachas, Mala Madre saca sus tijeritas y zás, en tres minutos y medio, ha
conseguido que su bebé luzca los mejores shorts de la historia.
Lo bueno, es que la cuchillita suiza
trae pinzas (no sospecha usted la cantidad de astillas que he sacado de deditos
minúsculos), cortauñas (lo venden aparte, pero vale la pena incluirlo pues, no
sé por qué, en los viajes nadie lleva cortauñas y luego tooodo el mundo lo
necesita). Le sugiero que compre la cuchilla que tiene abrelatas (cuando pueda
abrir una lata de atún en medio de una paseo con los niños muertos de hambre,
se va acordar de mí) y, si puede, opte por la que también trae sacacorchos
(cuando en ese mismo paseo usted pueda tomar una copa del mejor cabernet a la
orilla de una fogata, no sólo se va acordar de mí, sino que me va amar).
Dado que la “hora crítica” de las 19:30
puede transformar a la más dulce de las princesitas en un demonio insoportable
que bota espuma por la boca de tanta hambre y sueño, y como esa hora coincide
con la de los atochamientos, toda Mala Madre tiene en su cartera, para esa hora
del terror, barritas de cereales, si es que logró acordarse de ponerlas en su
cartera. Si no, usted encontrará diversas golosinas -calugas del año pasado,
koyak llenos de pelusas, chicles duros como palo-. Pero da igual, para una Mala
Madre basta con que lo hallado sea comestible para respirar aliviadas y
aseguramos llegar a casa medianamente en paz -sí, dedujo bien, las pelusas del
koyak las sacará usted chupándolo primero, para dejárselo impecable a su
querubín-. No se preocupe, por mis hijos he comido sapos y culebras y estoy
como tuna).
Por último, cabe mencionar algo importantísimo:
los super héroes necesitamos disimular nuestra real identidad, por eso, para
despistar, debe incluir en su cartera una bolsita de maquillajes con un rímel
(máscara de pestaña usan las sub 30) generalmente seco o a punto de morir, una
sombra de ojos quebrada (que permanece eternamente ahí, ensuciándolo todo), un
lápiz delineador sin punta (que hace que cada vez que nos dibujemos una línea
en el párpado, estemos a punto de cercenarnos un ojo con las esquirlas de
madera) y un protector labial en barra. Nada de un labial rojo apasionado que
sólo se usa para las ocasiones especiales, o sea nunca. Lo que una Mala Madre
necesita es un buen humectante incoloro para poder compartirlo con nuestras
criaturas que viven con los labios partidos y que además garantiza no andar
pintando besos en las mejillas de los niños (ahorrándonos de paso su odio
eterno).
Ah, y no se preocupe. Usted puede lucir
en dos segundos (lo he cronometrado) de lo más decente cuando vaya a una
reunión: mete su cartera de boy scout, dentro de otra cartera y listo.
Genial! Nunca había leído una descripción tan maravillosa sobre el ser madre!
ResponderEliminarEsto de la cartera, es algo que te queda de por vida! Se hacen grandes y seguis cargando tal o cual cosa por las dudas!
Gracias por tu compartir. le pasaré tu link a dos amigas que están embarazadas para que vayan aprendiendo con tiempo!
Un beso
K
Qué bueno que te guste mujer y a tus amigas les regalo especialmente los "Malvados Consejos a una Madre Primeriza" que está archivado en el mes de enero(soy tan bruta con esto que aun no logro ordenar por títulos, pero aprenderé). Un abrazo,Nathalie.
ResponderEliminartodavía no tengo hijos pero tengo una cartera re parecida. Lo que encuentro más importante dentro de ella son los sobres de sal, mayonesa y ketchup, y también de aceite porque me ha pasado k como poder aliñar mi ensalada. Por lo menos estoy bien avanzada en esta gran lista. Me conseguire esa navaja suiza. Me encantan tus comentarios sobre todas las verdades k uno no se da cuenta de la vida diaria. besos saludos
ResponderEliminaruf! qué cierto! una vez bajándome del taxi no lograba encontrar mi billetera dentro de la cartera, y el taxista no podía creer que entremedio saqué: una bolsa con leche materna exprimida en la mañana, un notebook, dos autitos de juguete, la máquina saca leche (manual, claro, no es tan grande mi cartera), una bolsita de dulces de piñata que quedó ahí del fin de semana. True story.
ResponderEliminarMuy lindo!!!Recuerdo acompañar a amis amigas mamás y el relato es exacto...en meses 2 meses la que estará con esa vivencia real y concreta seré yo y no pienso más que en disfrutarla. Kari gracias por compartir esto conmigo; Nathalie gracias por tu sensibilidad.
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