MALVADOS CONSEJOS PARA QUE SU HIJO DUERMA COMO LIRÓN Y SE AHORRE LAS GANAS DE DARLE UN PALO EN LA CABEZA


El lirón es un adorable animalito parecido a un ratón que se caracteriza por tener extensos y profundos períodos de sueño.  Desde que nacieron mis hijos, anhelé que durmieran como tales. Sin embargo, no me resultó: mis hijos, hasta el día de hoy, son madrugadores. Nunca pasaron –ni pasan- de las 6:30 AM. Bueno sí, cuando por alguna razón trasnochan, despiertan a las 7!

¿Y por qué les cuento esto?

Por dos cosas: por una parte, por el hecho de que pronto debí aceptar que en mis niños el reloj biológico estaba programado para ser alondra (¡y viniendo de madre marmota!). Y que, como tantos otros aspectos, había una predisposición natural que yo debía respetar. Tal como descubrí que mi hijo menor posee una sensibilidad a los olores desconcertante. Con decirles que una vez, llegando del colegio en la tarde, me preguntó si había venido su abuela a la casa. Sorprendida, le dije que sí, que había estado en la mañana. ¿Y cómo supiste, Felipe? Porque se siente su perfume (¡plop!). Esta misma característica hizo que luego de viajar varias horas para llegar a un lugar soñado de vacaciones, nos devolviéramos al otro día: ahí aprendí que jamás hay que llevar a un niño así, a las termas. Mi hijo se la pasó un día y medio tapándose la nariz porque no soportaba el olor a huevo podrido que los demás olvidamos a las dos hora de llegar.

Bueno, pero estaba yo contándoles del tema del dormir. Resulta que si bien, comparados con otros niños, los míos duermen poco, igual me pasó que hubo períodos que durmieron menos que eso (¡valorrr!). Y dado que un sueño interrumpido y acumulado en el tiempo, puede trastornar al padre más abnegado y convertir en una cascarrabias a la más dulce de las madres (en mí genera que, derechamente, me convierta en Satanás) implementamos con mi marido (no se preocupen chicas, sin marido también resulta) diversas acciones que, estas sí, fueron efectivas. Insisto: con ellas no conseguimos que durmieran hasta las diez de la mañana, pero al menos obtuvimos un sueño sereno y continuo. Aquí les dejo las recomendaciones, por si les sirven.

-            Respetar horarios. Llueva o truene, el ritual para acostarse debe comenzar a la misma hora todos los días. En mi caso, alrededor de las 19:00 hrs. se apaga televisión, computador y demases. La idea es ir “bajando las revoluciones” de a poco. Media hora después, la cena. Luego el baño y a la cama para el regaloneo y/o cuentacuentos y/o conversación con una luz tenue, comentando el día (de hecho, las mejores conversaciones que he tenido con mis niños, han sido en ese momento sagrado).

-            En particular, respecto del baño –y considerando que no existe un niño al cual no le guste el agua-  recomiendo en el caso de los más chiquitos llenar la tina y agregar una taza de agüita de manzanilla previamente preparada: da un exquisito aroma y los relaja. Cuando mis niños no eran los gigantes de ahora, los metía al mismo tiempo y les daba unos minutos para quedarse jugando en el agua caliente. Resultado: niños felices y relajados.

-            Ah, y aprovecho de darles una recomendación para el lavado de dientes. No sé sus hijos, pero a los míos el tema les resultaba tedioso hasta que lo convertimos en la “aventura” de atrapar a las bacterias que producen las caries, gracias a unas pastillitas azules que se mastican después de lavarse los dientes y que permiten “pillar a los bichitos” que están escondidos porque los tiñe de azul, dejando blancos los dientes limpios (el producto es inocuo, sin receta y lo venden en cualquier farmacia. Se llama algo así como revelador de placa bacteriana).

Nota: ya estaba dando por terminadas estas recomendaciones, cuando me llamó por teléfono una amiga y al comentarle el tema que estaba tratando, me pidió que agregara unas cuantas más pensando en los bebés, como el que tiene ella. Así es que, aunque yo tuve bebés hace bastante tiempo y mis consejos pueden parecerles de la Edad Media, a mí me funcionaron. Aquí les van.

-            Siendo bebés y para asegurar un buen dormir, acostarlos bañados. Idem anterior, más un masaje en todo el cuerpo con crema y/o aceite. Si no le da vergüenza, las caricias acompáñelas entonando alguna canción (no se preocupe si usted canta como taladro. Su hijo la ama y todo lo que venga de usted, es perfecto). Si no se anima a cantar, puede conseguir el mismo efecto sedante, ronroneando palabras dulcemente (a mí me salen de antología las incoherencias del estilo “¿ken es mi chumi-chumi, gollito, eh mah ganlle relumisito?”). De más está decir que quien la escuche, opinará que se le cayó un tornillo (el otro, si se trata de su marido), pero eso ¿A alguien puede importarle?

-            Revisar que al acostarse el pañal esté limpio. Sugiero no mirar la billetera e invertir en los mejores pañales para usarlos en la noche. Es cierto que son más caros, pero a la larga es más económico porque usan pocos (yo les ponía uno por noche) y, más importante aún, se ahorra tener que mudar a su hijo de madrugada, lo cual es altamente molesto para la guagua e insufrible para usted.

-            Abríguelo. Muchos bebes despiertan sólo porque tienen frio. Recuerde que la regulación de su temperatura corporal la logran siendo más grandes. Asegúrese de la buena temperatura de la habitación, poniendo un termómetro en la pared (hay unos chiquitos bien bonitos). En este mismo sentido, eviten poner la cama o cuna cerca de la ventana (aunque posean cortinas y/o black out, igual se cuela el frio). Cuando son muy pequeñitos, para dormir póngale un gorrito de algodón (los bebés pierden mucho calor por la cabeza y de chiquitos, como son casi pura cabeza, se les va por ahí casi la mitad del calor que generan).

-            Y antes de dormir, el infalible biberón de avena con leche, cocida con un palito de canela, una cascarita de naranja y una pizca de azúcar. Luego lo cuela y listo (la idea es que tenga la consistencia del engrudo -¡qué risa, las sub 30 no deben saber a lo que me refiero!- o que el brebaje quede espeso como cemento. 

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