Veo muchas madres bien informadas, pero que saben bastante
poco; madres que cargan conocimientos como si fuera la cartera. Y que como tales,
los cambian según la moda. No es raro, entonces, que vivan angustiadas por
estar actualizadas y se vuelvan torpes a la hora de mirar a sus hijos. He escuchado diálogos en la consulta del
pediatra que son verdaderas competencias al estilo “Quien quiere ser
millonario”; explicaciones detalladas de cómo debe acostarse “científicamente” a
un bebé (¡plop!), defensas talibanas de las ventajas de un jugo envasado
enriquecido en vitaminas versus exprimir una naranja (!doble plop!) y niños
alimentados a punta de colados, una de cuyas madres repite como loro el slogan
perverso de la empresa que los fabrica: son mejores que la comida que usted
puede prepararles pues está libre de gérmenes. Conversaciones plagadas de “el
pediatra dijo”, “leí en una revista especializada”, “busqué en google”.