Desde que
nacieron mis hijos, he tenido 9 animales (de soltera tuve 13, sin contar a mis
pololos). Junto a pajaritos, hamsters, gatos, conejos, peces y perros, hemos
ido creciendo. Ha habido historias de todos los géneros, aunque abunda la
comedia. Una perrita amaba masticar los calcetines de mi marido. No me
pregunten por qué le gustaban sólo esos y los de ningún otro. (por favor no lo
comenten, que hasta el día de hoy la víctima no lo sabe). Un día descubrimos al
gato
¿SABES O CARGAS CONOCIMIENTOS?
Veo muchas madres bien informadas, pero que saben bastante
poco; madres que cargan conocimientos como si fuera la cartera. Y que como tales,
los cambian según la moda. No es raro, entonces, que vivan angustiadas por
estar actualizadas y se vuelvan torpes a la hora de mirar a sus hijos. He escuchado diálogos en la consulta del
pediatra que son verdaderas competencias al estilo “Quien quiere ser
millonario”; explicaciones detalladas de cómo debe acostarse “científicamente” a
un bebé (¡plop!), defensas talibanas de las ventajas de un jugo envasado
enriquecido en vitaminas versus exprimir una naranja (!doble plop!) y niños
alimentados a punta de colados, una de cuyas madres repite como loro el slogan
perverso de la empresa que los fabrica: son mejores que la comida que usted
puede prepararles pues está libre de gérmenes. Conversaciones plagadas de “el
pediatra dijo”, “leí en una revista especializada”, “busqué en google”.
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